En 1983, cuando tenía once años
mi mamá me llevó a Parque Lefevre a casa de unos buenos amigos de ella. Antes
de llegar me dijo: - Agus, quiero que conozcas a Pipo, que es el hijo de estos
buenos amigos, y quiero que lo hagas tu amigo y lo quieras porque es un niño
maravilloso. Yo fruncía el ceño y torcía la boca. Nada como que te fuercen a
hacer algo, para que no lo quieras realizar.
Mi madre añadía: - Y no me pongas esa cara, que como no lo hagas te doy dos cuerazos y te quito el Atari, además él está en tu escuela, van
a ser grandes amiguitos. Ni modo pensé. Mejor hablarle al man, antes de
quedarme si Atari.
Cuál fue mi sorpresa, cuando me presentan
al famoso Pipo, que era ni más ni menos el chico gordo y afeminado que los
grandes molestaban en la escuela. Tradúzcase, el pela’o de quien más lejos quieres estar si quieres
sobrevivir en el Colegio Javier (Cuna del bullying y el acoso de los años 60,
70’s y 80’s) Ohhh no, pensé. Esto no me puede estar pasando. Pero ahí estábamos,
Pipo un poco menor que yo, su madre y sus como 8 hermanas mujeres, cada una más
regia y mas peinada que la otra, bien al estilo de Madona con ola y todo. Ohh
desdicha.
Él, sin saber las malevolencias
que pasaban por mi mente se me acercó y me empezó a hablar como si nada, sin
forzar nada, sin presiones (obvio, su mamá no le quitaría el Atari si no me
hablaba) y mostrando su maravillosa y peculiar personalidad. A los 10 minutos
ya me había ganado y me hacia reír con sus ocurrencias de pre adolescente. El
tipo era sin duda un carismático de primera, vestido a la moda, como los
Menudos, zapatillas Vans, corte de cabello bajito a los lados y larguito
adelante… no hubo necesidad de amarlo para complacer a mi mamá. Pipo se encargó
solito de ganarme como amigo.
Su amistad era una prueba cada día.
Caminar con él por los pasillos de mosaicos verdes del Javier era duro. Los manes de secundaria le gritaban de todo,
le silbaban, lo jodían, lo piropiaban y él como si nada. Aparentemente. Yo instintivamente
caminaba como robot, lo más machito que podía y ponía cara de serio… él ni se inmutaba, actuaba como si no fuera con
el. Pipo tenía un culo enorme y lo movía
con gracia y sin pudor… claro! A esa edad, me refiero entre los 11 y los 13, ni
él, y menos yo, nos asumíamos como gays… al contrario, Pipo me hablaba de que
chicas le gustaban y todo. Y tuvo novias… es más… tuvimos de novia a la misma
chica. En tiempos distintos claro. De hecho.. esa achica tuvo como 4 novios en
la escuela… hoy todos somos gais… pero juro que ella no tuvo nada que ver
jejeje.
Por aquella época daban una
novela llamada Cristal, donde aprecia un diseñador de modas llamado Piero. A
Giovanni Oro u otro de los “malitos” de nuestra generación se le ocurrió la brillante
idea de ponerle Piero de sobrenombre a
Pipo… y bueno, ya se imaginaran que cuando caminábamos juntos en los recreos yo
podía escuchar ¡Piero!, gritado de mil formas ofensivas y hasta el tema de la
novela cristal “Mi vida eres tú” de Rudy
La escala, interpretado por cabrones acosadores mayores que nosotros… yo sufría horrible… pero a Pipo nada le robaba
la calma, ni se inmutaba. Aparentemente.
En tercer año, cuando teníamos ya
15 años… al terminar el cuarto bimestre Pipo me anunció que se iba a vivir a
Estados Unidos. No recuerdo con que excusa, ni con quien iba a vivir allá… pero
se fue.
No había email en esa época, así
que no estuvimos en contacto. Años después en un viaje mío a Miami nos reencontramos… había cambiado físicamente 180 grados. Era
delgado, tenía el pelo lacio jajaja, lentes de contacto y la misma arrolladora
personalidad, solo que un poco mas flamboyante que cuando éramos niños… lo primero que me pregunto fue: Ya saliste
del closet? Lo que yo negué antes que terminara de preguntar. Y soltó la
carcajada… - Me avisas pues , que hay
cosas que quiero contarte, pero si aun eres hetero no puedo. Yo me rei y le dije que estaba en
ese proceso. Qué mas podía hacer? Me conocía
como a un hermano. Yo de ahuevao preocupado si se me notaba algo, si me veía afeminado…
pero él sabia y siempre lo supo. Ahí retomamos la amistad. Le iba súper bien, había
estudiado belleza y era la estrella del salón donde trabajaba… era como un Sammy le decía yo. Era tan feliz.
Allá nadie no lo jodía, ni le decían Piero. Allá cada quien vivía su vida… No
me lo decía pero yo sabía que no extrañaba el bullying de Panamá. Me contaba sus primeros tintes y de cómo dejó
como Ronald McDonalds a una pobre chica que quería un tono rojo discreto… y
como ella se volvió su amiga a pesar del desastre.
Los años pasaban y él seguía creciendo, con internet ya pudimos estar más al tanto y así
supe que ya tenía su propio salón de belleza y luego más de uno… que se mudo a
Fort Lauderdale y aunque nos veíamos muy rara vez los encuentros eran como
siempre: Un cague de risa y una velada maravillosa. Nos reíamos de cómo éramos,
y lo ridículos que nos vestíamos en los 80s, de nuestros novios, aventuras y
cosas de esas que hablan los amigos gais. Yo sufría porque él estaba ilegal y
no podía salir de EEUU, no podía regresar a Panamá hasta que sus papeles
estuvieran listos, hasta que tuviera el green card de mierda… y yo lo molestaba
y le decía que la migra lo iba a deportar, le decía: Chucha tú no eres balsero
cubano, ni cruzaste el río Grande en México huyendo de coyotes!!!!! Tú eres
panameño carajo. Y él es solo se reía. Pipo
se convirtió en ese amigo que está lejos y que quieres que un día regrese para
mostrarle lo que has hecho, para que este orgulloso de ti… Cuando llegó el
FaceBook ya compartíamos fotos y se enteraba de las cosas en las que yo andaba
y me felicitaba…
Pero Pipo… nunca regresó. Murió
hace unos días. En septiembre lo vi por última vez (sin saber que sería la
ultima) durante un viaje que realice a EEUU. Vino a buscarme al Hotel como
siempre, esta vez con su pareja Juanito y lo vi muy delgadito… - tengo pulmonía , me dijo. Y aunque yo lo
imaginaba de solo verlo, me dijo que tenía dos años de estar contagiado de VIH
y acababa de pasar una crisis. Le hable
como si nada, le dije que ya poca gente moría de VIH, que en EEUU había todos
los medicamentos… me pregunto por la situación de los pacientes con VIUH SIDA
en Panamá y le dije que era una mierda, que
a veces el Seguro ni les daba la triple terapia… que los índices de infestación
se habían duplicado en la comunidad gay porque el gobierno no hacia nada… en medio de la conversa me dio las gracias
por todo lo que yo hacía para que los gais, para no fuéramos discriminados en Panamá y acabar
con el bullying en las escuelas. Le dije que lo que yo hacía era nada comparado
con lo que hay que hacer y bueno…
seguimos conversando y riendo como siempre.
Al menos pude despedirme,
abrazarlo por última vez. Pero lloro,
pensando que nunca regreso a su país…
nunca supe si no volvió porque no podía por los papeles de migración o
sencillamente Panamá le traía recuerdos de su infancia y adolescencia que no quería
revivir… quizás este no era su país. Nunca
pude mostrarle mi casa, ofrecerle mis cosas, cocinarle…
Cuando vaya a Miami… no se a
quien llamar… a donde ir…. Luis Carlos Hernández
Cambra (a) Pipo, se ha ido… mi amigo, mi amigo de infancia, la única persona
que sabía que yo era gay, antes que yo mismo.
Se fue el niño que fue víctima del bullying y nunca se le noto… el
fuerte, el colorido y no tengo como expresar mi dolor pues nada podrá reemplazarlo.
Se fuel que me enseñó a ser valiente, a tener la cabeza siempre arriba, a ser
orgulloso de lo que soy y a reírme de la vida… y con la vida.
Ya te extraño. Hasta pronto Pipo.